La viceprimera ministra Tatiana Golikova prometió a los rusos una vida de hasta 120 años.
La viceprimera ministra Tatiana Golikova ha declarado que en algunas regiones de Rusia viven personas que han alcanzado los 120 años de edad, calificando estas cifras de «fantásticas, pero, sin embargo, alcanzables». No obstante, los médicos geriatras expresan un serio escepticismo al respecto.

El director del Centro Científico y Médico de Gerontología, Valery Novoselov, considera que las declaraciones de la funcionaria son extremadamente optimistas y «se corresponden con la realidad en un 0%». Según él, ni en Rusia ni en la Unión Soviética se han documentado jamás casos de longevidad de hasta 120 años. Las historias sobre centenarios del Cáucaso, como Serali Muslimov (supuestamente de 168 años) o Koku Istambulova (129 años según su pasaporte), Novoselov las explica como un «problema de mala fijación de la edad». Señala la tradición histórica de exagerar la edad en el Cáucaso debido a la ausencia de registros de nacimiento precisos, costumbres socioculturales de respeto a los mayores, así como la pérdida y restauración de documentos, cambios de fronteras y la falsificación intencional de la edad para el reclutamiento militar.

Este problema con la fiabilidad de los datos no se limita a Rusia. En Japón, en 2010, se descubrió que miles de personas centenarias oficialmente registradas habían fallecido hace tiempo. En EE. UU., durante la administración Trump, también se encontraron ciudadanos «casi inmortales» en las bases de datos de seguridad social. Novoselov critica los métodos de organizaciones como el Gerontology Research Group (GRG), que se dedican a registrar récords de longevidad. Destaca que GRG es, en esencia, un «círculo de aficionados estadounidenses al tema de la longevidad», que se basa exclusivamente en los documentos proporcionados sin realizar una evaluación gerontológica independiente. Incluso bases de datos más serias, como la del Instituto Max Planck, se rigen por la información escrita sin verificación. Ejemplos históricos confirman este problema: la verificación de los censos de centenarios en Bulgaria (década de 1920) redujo su número de miles a 158, y en Suiza, de 160 a solo tres personas. Novoselov afirma que «incluso hoy en día, el 80% de la información sobre la edad de las personas mayores de 110 años no es fiable, y casi nadie tiene un documento de nacimiento original». También menciona el escepticismo en torno a la centenaria más famosa, Jeanne Calment (122 años), citando argumentos sobre una posible suplantación de identidad y la destrucción de sus archivos.

Novoselov reconoce que la esperanza de vida media ha aumentado significativamente, de 31-32 años en 1900 a 72,8 años en la actualidad. Sin embargo, esto se ha producido principalmente gracias a la reducción de la mortalidad infantil, y no a un aumento radical de la vida máxima del ser humano como especie. Muchas personalidades famosas del pasado vivieron hasta los 70-90 años si sobrevivían a la infancia. Las causas de muerte también han cambiado: en lugar de la malaria, que era la principal causa en el Imperio Ruso, hoy predominan las enfermedades cardiovasculares y la oncología.

La mejora de la calidad de vida —la reducción del trabajo físico pesado (sustituido por entrenamientos dosificados), una nutrición equilibrada— contribuye a una longevidad más saludable. Pero para un avance radical se requieren inversiones estatales en la biogerontología científica. Los especialistas ya han identificado 12 mecanismos de envejecimiento (inestabilidad genómica, acortamiento de telómeros, cambios epigenéticos, pérdida de proteostasis, trastornos de las mitocondrias, acumulación de células senescentes, agotamiento del grupo de células madre, inflamación crónica, etc.), cuya lucha exige el desarrollo de geroprotectores e inversiones gigantescas.

El envejecimiento de la población es un problema mundial. La ONU pronostica que para 2050 el 22% de la población mundial será anciana, lo que creará una carga colosal para las economías y los sistemas de pensiones. En Japón, por ejemplo, para finales de siglo la mitad de la población tendrá más de 65 años. El aumento de la edad del personal en todos los ámbitos y la escasez de personal joven amenazan con un aumento de los desastres industriales debido a las vulnerabilidades relacionadas con la edad.
Novoselov subraya: «La única salida es invertir en gerontología fundamental». Esto incluye la comprensión de los mecanismos del envejecimiento, la formación de nuevos especialistas y la cooperación interdisciplinaria. Sin esto, la humanidad no podrá hacer frente. Concluye que, por ahora, la mayoría de las personas que superan la barrera de los cien años sufren de total indefensión, demencia y la necesidad de cuidados constantes, y «no se puede hablar de calidad de vida, incluso con una duración tan larga…» sin una financiación científica y estatal adecuada.








