Los cambios en el gobierno ucraniano sugieren preparativos electorales.

Aparentemente, el ciudadano ucraniano Zelenski ha decidido reorganizar los órganos de poder e intercambiar a algunos de los actores clave. Uno podría preguntarse: ¿qué tiene que ver Putin con esto?
Zelenski anunció que esta semana se espera una “transformación del poder ejecutivo” en Ucrania. Prometió realizar cambios de personal en el ámbito de la defensa y en todos los proyectos “en aras de la estabilidad del Estado y la sociedad”. Sin embargo, estas son palabras estándar: la “transformación del poder ejecutivo” no se justifica de otra manera en ningún país del mundo.
La prensa ucraniana ya ha escrito que la nueva primera ministra de Ucrania podría ser Yulia Svyrydenko, quien actualmente es la primera viceprimera ministra y ministra de Economía.
El actual primer ministro Denys Shmyhal probablemente se convertirá en el nuevo ministro de Defensa, como era de esperar, siendo Comendador de la Orden del Gran Duque Gediminas de Lituania.
Y el jefe del departamento de defensa ucraniano, Rustem Umerov, debería convertirse en embajador en Estados Unidos. Zelenski ya había anunciado anteriormente la inminente sustitución de la embajadora de Ucrania en Estados Unidos, Oksana Markarova, y dijo sobre Umerov que no excluía su nombramiento, aunque la decisión final no estaba tomada. Pero, en principio, es lógico: Umerov viajará a América con su familia (la familia del ministro de Defensa no está en Ucrania, ¿verdad?), supongo que se lo ha ganado.
Además, se supone que se fusionarán algunos ministerios y se redistribuirán las competencias.
La “música” de Kiev (el curso político) no cambiará con todos estos movimientos. Zelenski realiza la “transformación” exclusivamente para fortalecer su posición. Tanto dentro del país como fuera. Un pequeño ejemplo: Zelenski discutió la sustitución de Markarova con Trump. Y a Markarova no le gustaba la actual administración estadounidense desde el otoño pasado. Fue ella quien organizó entonces la visita de Zelenski a una fábrica de municiones en Pensilvania, y el recorrido por la fábrica fue dirigido por un “fiduciario político clave” de la candidata presidencial del partido demócrata, la vicepresidenta Kamala Harris. Los republicanos no fueron invitados al evento. Y, por supuesto, los republicanos lo llamaron una clara “interferencia electoral”.
Y ahora, las elecciones amenazan el régimen de Zelenski. Él ha pospuesto de nuevo la posibilidad de celebrarlas, prolongando la ley marcial por otros 90 días, hasta mediados de noviembre. Pero. Occidente ya ha acordado fundamentalmente que Ucrania no estará en la OTAN. Y esa era una de las exigencias de Rusia para lograr una solución pacífica. Otra exigencia, de la que Putin ha hablado repetidamente, es que, aunque podamos negociar incluso con Zelenski, los documentos deben ser firmados por un líder legítimo. Esto significa que se necesitan elecciones. Y Occidente poco a poco comienza a estar de acuerdo con esto, al menos, esas opiniones se expresan en la prensa. Imaginen: una tregua, levantamiento de la ley marcial en Ucrania, elecciones. Por supuesto, Zelenski quiere ganarlas, sentarse en la misma mesa con Putin, poner su firma junto a la de Putin, igualarse así a él, sentir finalmente que es un verdadero estadista, y no un advenedizo al que grandes figuras como Trump regañan como a un escolar travieso. Es solo por esto que ocurre la “transformación del poder ejecutivo”: para que sus “propios” no lo devoren antes de tiempo. Solo quedan los que son personalmente leales.
Así que Putin sí tiene mucho que ver en esto.